miércoles, 12 de enero de 2011

CUANDO QUISE CAMBIAR MI CUERPO.

                      Siendo pequeña, mis padres intentaron por todos los medios que practicara algún deporte, me pusieron en un curso de vela latina, que en mi ciudad está muy en boga, pero a los dos días, aquel palo que le llaman botavara o algo parecido, me dio un topetazo que te cambas en la cabeza y me negué en redondo a seguir, me tuvieron que ir a recoger mis padres, pues el cursillo era lejos de mi casa. Después, siendo un poco mayor, lo intentaron de nuevo con el fútbol, pero yo me apuntaba siempre de portera, porque eso de estar corriendo durante dos horas, como que no. A los diez años y como última intentona, se decidieron por kárate, la experiencia, fue traumática, creo que más para ellos que para mi, así que ahí, tiraron la toalla.
                         Ahora que tengo cuarenta años, he decidido empezar a hacer deporte. Y ustedes se preguntarán, con razón, porqué ahora, les cuento. Resulta que me separé de mi marido hace dos años, bueno, eso es anecdótico, porque fue de esas separaciones de común acuerdo, con él, sigo manteniendo una excelente relación, pero a lo que iba, he conocido a otra persona. 
                           Si, pongo punto y aparte, porque el momento lo merece. Después de dos años sin f... de repente se me pone delante un hombre estupendo con el que tengo la posibilidad de meterme entre sábanas. Y yo, claro, lo primero que hago, me quito la ropa y me miro al espejo tal y como mi madre me trajo al mundo. Y no me gusta lo que veo, si a mi no me gusta, existe la posibilidad de que a él, tampoco. ! Horror!
                             Es entonces cuando decido eso de ir al gimnasio, pero claro, tengo que mantener a raya el tema del sexo con él hasta que mi cuerpo esté en condiciones. Y empiezo una feroz batalla contra la flaccidez, kilos, celulitis y todo lo que no sea perfección corporal. Pero claro, mi chico, que de tonto no tenía un pelo, a las tres semanas de estar saliendo, me planteó la situación clarita, clarita, tan clara, que le tuve que contar lo que me pasaba. 
                                Fue entonces cuando me dijo, somos dos adultos y bastante mayorcitos, mi mayor preocupación no es precisamente si tu tienes o dejas de tener unos kilos de más, hay cosas que me parecen mucho mas importantes. ¿No te parece ?  En seguida me di cuenta, de que él, era mi hombre.

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