El día en que Carlos se despertó, y no vio a Marian en su cama, no le pareció extraño. Tenía por costumbre levantarse temprano y en esas horas arreglaba la casa y regaba el jardín.
La buscó por todos lados e incluso una de las veces se asomó al jardín y grito su nombre. Pero Marian no estaba. Se quedó unos minutos dudando que hacer, nunca se había visto en éstas circunstancias y se quedó perplejo agarrando la puerta de entrada, esperando que apareciera en cualquier momento.
Pero Marian no volvió nunca.
Días más tarde le llegó la citación del juzgado.
No podía creer que fuera una denuncia de "su" Marian. Era imposible, no le pareció motivo suficiente el que él a veces, perdiera un poco los papeles y le levantara la mano. Llevaban siete años de matrimonio y él, la quería.
Pero el juez fue implacable, un año de prisión.
Para entonces, Marian había empezado a estudiar lo que él nunca quiso, trabajaba, él nunca la había dejado y sentía que la protección de su nuevo grupo la hacía cada día más fuerte.
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