Atravesé corriendo al paso de peatones, el muñequito verde parapadeaba apresurado, avisando del próximo cambio de color. Una furgoneta blanca, frenó a mi lado, y el grito de saludo que emitió el conductor, dejó parado a todo el mundo.
-- !Pucha tu mare, pero mirá a quien me encuentro! no imaginé que vos estuvieras por aquí, Juanillo! y sin previo aviso me dio un abrazo de tal calibre, que pensé que me iba a partir la espalda.
Al dejar su coche en medio de la calle, los de detrás protestaban con ímpetu, las pitas sonaban con estridencia, pero él las ignoraba. Seguía contándome no se que historia a gritos, y yo, que soy de naturaleza seria y prudente, me sentía avergonzado de todo aquel maremagnum. Lo empujé hasta el coche, mientras le decía de tomarnos un café en un lugar cercano. Me senté a su lado y nos acercamos a una cafetería que mi amigo conocía.
---!De que café me hablás, huevón, me siguió diciendo en voz alta, un mate bien calentito, eso es lo que tomamos! Y con las mismas y sin esperar mi respuesta se lo pidió al camarero.
Bajó unas decimas el tono de hablar, y me dijo
--Pero no te hacía por éste lugar, me dijiste que estabas por Chile.
--Si, le respondí, pero ya hace años que salí de allí, ahora por motivos de trabajo, vine a mi tierra hace dos meses.
!Ah!, suspiró, Las Islas Canarias, que buen sitio para vivir, creo que definitivamente me quedaré aquí.
--Pero Luis Carlos, un argentino, bueno, o chileno, ya no sé de que lugar eres realmente, ¿como dejas ese hermoso país, para venir al nuestro?
!Ah!, mis tierras como yo las llamo, ya que he vivido tanto tiempo en una como en otra, son maravillosas, pero en Las Palmas, querido Juanillo...he encontrado el amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.