Me dediqué a mirar a mi alrededor y en realidad no vi nada que me pareciera diferente a lo ya conocido. Me pasaba lo mismo cada vez que viajaba, todos los sitios me eran habituales. Mi familia me decía que era aburrido ir conmigo a cualquier parte, porque no me interesaba por nada, pero por mi parte lo lógico, era no querer salir a ningún sitio, porque como les comento si todo era parecido y se semejaba a lo que dejaba atrás, había que entenderme.
Siempre recordaba cuando pequeña, tenía mucha imaginación y lo único que me parecía entretenido era ir a los parques de atracciones o a lugares en donde la fantasía y la ficción fueran la parte principal. Así que la vez que viajamos a Laponia, aquel lugar, me pareció diferente al resto del mundo. La primera vez que dormí en aquel lugar rodeada de blanco y frío, en donde el ambiente dejaba la imaginación a su libre albedrío, supe que había llegado a un lugar en el que nunca había estado y que todo me parecía distinto. Era un mundo de hadas y brujas, Papa Noël, de gnomos y pequeños seres desconocidos.
Disfruté al máximo de mis días de estancia allí, cuando me tuve que marchar, me llevé conmigo tantas experiencias nuevas, que creo que a partir de ese momento, puedo decir, que he vivido dos vidas.
Disfruté al máximo de mis días de estancia allí, cuando me tuve que marchar, me llevé conmigo tantas experiencias nuevas, que creo que a partir de ese momento, puedo decir, que he vivido dos vidas.
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