martes, 28 de septiembre de 2010

Los quereres.

                             Ciñó su cintura con mano experta y la atrajo hacia él y mientras buscaba sus labios con fervor, sus manos jugueteaban con su cuello y pelo. Ella se dejaba hacer mientras musitaba algunafrase, una sonrisa, un estate quieto, que quería decir todo lo contrario, pues mientras tanto sus dedos entrelazaban  su pelo y lo acariciaban con ese frenesí como  sólo los amantes saben.
                      Se querían hasta la saciedad, les gustaba todo a uno del otro. Ella adoraba sus ojos negros y sus pestañas rizadas que con cualquier movimiento marcaban sombras oscuras bajo sus parpados,adoraba su nariz  larga y recta y sus labios firmes, que denotaban el carácter de su propietario.
                  A él le gustaba la sensación de ternura que emanaba de ella, la suavidad de sus movimientos y la curvatura de sus caderas, su  risa franca y directa y esa sonrisa indefinida.
                          El tiempo que habían pasado juntos no había mermado en nada la capacidad de amar de uno y otro, todo lo contrario, la había exacerbado pues cada día encontraban nuevas formas para quererse.
                     Y pasaron el tiempo llenándose de hijos y bienaventuranzas.
                      A diario agradecían a la vida todo lo que les había dado, porque con el paso de los años, los quereres se habían multiplicado y el amor que compartían cada vez era más fuerte, no fue tarea sencilla ni fácil, pero ellos... lo habían conseguido. 

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